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viernes, 19 de octubre de 2012

Quinta perogrullada


¿Y si al final resulta que es verdad? ¿Y si al final todos los clichés que vemos en el cine, en el teatro, en la televisión y en la publicidad son ciertos? ¿Y si realmente somos unas histéricas?
Y no solo unas histéricas, sino unas reinas del drama, obsesivas, manipuladoras, paranoicas y caprichosas. Sin ser, ni mucho menos, este mi retrato personal sino el que nos ofrecen la sociedad y la cultura a diario.
Desde que tenemos uso de razón nos enseñan a esconder nuestros problemas en el sentimentalismo, en lo emocional, en la parte afectiva, pero nunca nos enseñan a afrontarlos razonadamente. Nadie nos instruye para que no lloremos porque eso no es cosa de niñas; nos dicen lo contrario, que lloremos, que es sano, que así nos vamos a sentir mucho mejor, que libera. Pues a llorar. Pero no cuando ocurre una desgracia, sino por todo, por lo que sea. ¿Por qué lloras? Porque sí, porque a veces ni siquiera lo sabemos. Pero siempre tendremos el escudo infranqueable de nuestras amigas las hormonas. ¿Que qué hormonas son? Eso no importa. Son las hormonas de la excusas para todo y no hagas más preguntas.
Pero no nos alarmemos aún, todo esto no puede ser culpa nuestra, es de la sociedad. De cómo nos educan y para qué no educan. A mí aún me hicieron crecer pensando que lo primero es la familia y el hogar, que como ser era inútil menos para el cuidado de otros. También influye que fuera de pueblo porque allí todavía es 1956. 
Pero a eso puedes sobreponerte, culturizarte y convertirte en un ser racional. Aunque claro, esto conlleva un esfuerzo de más, de ir a la contra de lo que supuestamente tienes que hacer porque has nacido para eso, como el que nace artista nosotras nacemos para ser madres, cuidadoras y sirvientas. 
Así que lo mejor es dejarse llevar, convertirse en una mujer de provecho con una carrera brillante para dejarla justo en el momento más álgido porque hay que casarse y tener hijos, que se te pasa el arroz mujer. Y si no es así y sigues con tu carrera te conviertes en la típica mujer de negocios que sale retratada en el cine como el mismísimo demonio sobre la tierra. Una mujer soberbia, fría, distante, abominable, que necesita las barritas del All Bran para ponerse de buen humor. Porque parece que sino te conviertes en eso no puedes triunfar, no puedes ser Jennifer Aniston en sus películas, tienes que ser Clint Eastwood con vagina. Y tu vas por la vida pensando eso, creyendo que el éxito es así, que tienes que ser una amargada que le hace la vida imposible al resto para poder escalar en la pirámide laboral de tu entorno. Y es cuando la ficción acaba convirtiéndose en realidad. Entonces llega el verdadero problema de la mujer, ver que nuestro mayor enemigo somos nosotras mismas, que las feministas que siguen reivindicando la derrota del patriarcado no saben, que ese patriarcado, se mantiene vivo cada día porque ellas lo alimentan sin parar.
Nosotras nos educamos a nosotras mismas. Madres que educan, abuelas que instruyen, amigas que se llaman para darse consejos. Miles de mujeres haciendo crecer el demonio contra el que luchan. Pero es mejor dejarse llevar por el corazón y echarle la culpa a la poca sensibilidad del hombre porque no se ha feminizado correctamente. Así que larga vida al feminismo, porque tiene que abolir a su mayor enemigo, la propia mujer.

1 comentario:

Ba dijo...

Amén, y del gordo. Siempre está el comodín de las hormonas, la menstruación, las benditas generalizaciones, el constante bombardeo social que con insignificantes detalles refuerzan que la tía "sea así". "Gilipollas". Al ídem que con el retrato de los tíos. Sólo que ellos están mejor entrenados (o quizá ya lo vayan estando menos) a resolver las cosas de una forma mucho más práctica.

Todo son excusas con tal de no encontrarse con uno mismo. Alguien dijo por ahí que, entonces, habría que dar demasiadas explicaciones.

Ale, a seguir escribiendo así ;)